18 de septiembre de 2011

Fin

Estaba ordenando un lugar antiguo en mi casa, al que no entraba hace años, y encontré algo que escribí en 8vo básico. Sí, fue un trabajo, pero me gustó cuando lo escribí y ahora que lo vi me gusta de nuevo:

Fue en ese momento, en ese instante.
Como un rayo de luz infinito, 
como una oscuridad sin fin.
Mis caminos me perseguían,
el horror me... maltrataba.
Mi día era completamente interminable,
pasaban las horas, una tras otra.
Conté, conté las horas de mi día,
conté, conté las mil horas de mi día.
Pasaron mis recuerdos, pasaron todos:
infancia, adultez, vejez;
juegos, trabajos, descansos;
revueltos en mi mente
corriendo como niños, 
pasando rápido,
como adultos en su mundo.
¿Cuántos recuerdos serían?
No lo sé. Lo único que sé,
es que todo lo que viví termina aquí.

16 de octubre de 2010

Una huella

Este es el discurso que hice para Lenguaje, para efectos del Blog le quité ciertos elementos discursivos:

Trascendencia, "aquello que está más allá de los límites naturales y desligado de ellos", así lo define la Real Academia Española de la Lengua. Sin embargo, ¿cómo puede algo estar más allá de lo natural sin haber pertenecido a ello antes? Esta es la interrogante que me ha surgido y que quiero transmitirles, enmarcándolo en la trascendencia del hombre.

Un dibujo pintado con los dedos en una prehistórica caverna o un complicado plano de una máquina para volar ideada por Da Vinci. Ya sean estos o muchos los casos diferentes, cada uno de los que ha realizado algo que consideramos grandes inventos para su época, han marcado indeleblemente la Historia de la hombre. Sin querer haberlo hecho, o tal vez sí, gran parte de aquellos que fueron avezados en desarrollar sus ideas y no temieron en mostrárselas al público, trascendieron en la humanidad, es decir, dejaron huella.

Somos herederos de una sociedad rica en tecnologías que están a nuestro servicio y que sin ellas sería un poco más complicado vivir. Es esto mismo, el hecho de tener gran parte de lo que queremos y necesitamos al alcance de nuestras manos, lo que ha ido corroyendo y mermando nuestro despertar intelectual; el hecho de que otros ya lo hayan pensado antes y lo hicieran para nuestro servicio, es lo que nos ha estancado en una sociedad idiotizada por el último cachivache tecnológico que nos permita sentirnos mejor que aquel que no lo tiene. Si bien estos servicios han mejorado nuestra calidad de vida enormemente, el daño que producen socialmente a corto o largo plazo, según sea el caso, es realmente nefasto.

Tenemos tecnologías que nos entregan un buen vivir, tenemos familia, amigos, quizá pareja, quienes, sin duda alguna, nos entregan un bienestar emocional grato e irreemplazable, pero, a pesar de todo esto, hay algo que socialmente nos está afectando cada día más y es la falta de razonamiento servible, la ausencia de necesidades comunes y la incapacidad de integrarnos con el resto de nuestra variada sociedad. Esto es, nada más y nada menos, la ausencia de vitalidad social, como la llamo yo, que es la falta de motivaciones reales que nos lleven a hacer algo útil tanto para nosotros mismos como para el resto de las personas, algo que se pueda proyectar en el tiempo, algo por lo que dejemos nuestra huella.

Los recuerdos sociales que tenemos son sólo de los últimos adelantos tecnológicos o de catástrofes naturales o culturales. No está en nuestro subconsciente el espíritu de alguien innovador. No tenemos conocimiento de alguien que haya sido capaz de realizar algo que marque a la Humanidad. Puede que esto se deba a la herencia antes mencionada, a aquello que recibimos preparado y que detiene nuestro crecimiento intelectual, como también puede estar causado por la indiferencia y egoísmo que se han apoderado de la sociedad actual, que no le permite a cada persona ver más allá de sus propios intereses y, probablemente, de los intereses de sus cercanos. Basta con encender el televisor para ver la avalancha tecnológica y delictiva para darnos cuenta que unos poco con una mente un poco más brillante o simplemente más 'avivados' (respectivamente) se ganan la vida a costa nuestra.

Nos hemos estado sumiendo en un mundo que nos retrae intelectualmente, una sociedad poco pensante que se deja llevar por la masa. Nos reflejamos en ideales ajenos a nuestra realidad, luchamos por causas heredadas que ya no son del todo válidas. Aún conscientes de esto no hemos sido capaces de renovar esos ideales ni tampoco de pensar en nuevos esquemas que sean viables para la sociedad en la que nos encontramos. Así como tampoco hemos sido capaces de realizar acciones que beneficien a nuestro entorno o a nuestra vida: no hemos sido capaces de dejar nuestra huella.

Sintetizando lo anterior. La trascendencia es aquello que está más allá de lo natural y que, sin embargo, surge de ello. A lo largo de la historia hubo hombres que sin quererlo trascendieron en la Humanidad, dejaron su huella. Gracias a todos esos hombres es que hemos recibido una herencia social y tecnológica que nos ofrece gran parte de lo que necesitamos, y por ello la sociedad en la que estamos no ha necesitado desarrollar su intelecto para ser capaz de trascender con algo realmente importante, para ser capaz de dejar huella. En la actualidad estamos idiotizados por el egoísmo y por unos pocos seres levemente más pensantes que se nutren económicamente de nuestra ausencia intelectiva, la que nos ha mantenido retenidos en antiguos preceptos que han perdido su validez y no ha habido alguien que los renueve o que proponga nuevos ideales, que deje su huella.

Simplemente quiero hacer el llamado a que analicen sus vidas, a que se den cuenta de qué es lo que quieren para ustedes, para la sociedad en la que están y para su descendencia. Dense cuenta de la necesidad que tenemos de renacer como sociedad, de plantear nuevas concepciones vitales, de generar ideas que los hagan trascender: dejen su huella en la Tierra.